-¡Cómo hemos
cambiado! –me dice. Y con un leve movimiento de cabeza trata de resaltar la
importancia de esas tres palabras que pesan como el plomo.
-Sí, es cierto
que ya no somos los mismos, cariño -le respondo-. Ahora tú eres yo y yo soy tú.
Desde entonces escribo. Desde que mamá me distinguió con el honorable título de "escribidora de cartas".