–¡Y no intentes escabullirte, que no te va a servir de nada! –exclama la anciana sin perder la compostura. El joven que, minutos antes, había intentado robarle el bolso a la carrera, está tumbado en el suelo boca abajo. Un pie diminuto le pisa con saña la parte posterior del cuello y un viejo paraguas amenaza con hacerle crujir varias costillas. Conmocionado aún por el tremendo golpe en la cabeza, el ratero trata de asimilar lo ocurrido sin salir de su asombro… ¿Pero qué diablos llevará la vieja en el bolso?
MJ, tu personaje me recuerda a Margarita Seisdedos -la madre de aquella "artista" que se hacía llamar Tamara- que suele llevar en su bolso un ladrillo.
ResponderEliminarMuy buen microrrelato para REC. Cualquier día de estos, te oigo en la radio.
Un abrazo Artista.
Nicolás me ha pillado la idea! ha sido rápido...
ResponderEliminarMe he reido mucho con la situación que relatas, me imagino al ratero de poca monta humillado bajo el pié de la ancianita... tal vez en el bolso lleva el rodillo de amasar pasta para la tarta..
Los tiempos están cambiando!!
Jajaja, buenisima la entrada!
Besitos mediterráneos.
Ya ves que las apariencias engañan! Tal vez la ancianita era una karateca jubilada!
ResponderEliminarMe recuerda hace muchos años, al amanecer de un día gris en que iba a trabajar paraguas en mano, cuando se me acercó un borracho e intentó tocarme... le di un paraguazo en el estómago que lo dejé doblado en dos y seguí caminando :-)
No reconocía la frase del REC, está tan bien integrada en el texto...
Besos.
A mí también me gusta tu ancianita destripa cacos, me he reído un montón leyéndolo.
ResponderEliminarUn abrazo compañera de fatigas en ReC.!!
Jajaja .... ¡piedras! como la madre de la Tamara, es lo primero que me vino a la mente ( y parece ser que no fui la única). Aunque igual llevaba todos sus ahorros en monedas. De cualquier manera el relato es muy bueno y gracioso.
ResponderEliminarGenial, MJ.
Un fuerte abrazo.
Me ha parecido divertidísimo. Puede que sea una agente especial del FBI especialmente entrenada para dar mamporros a rateros. Un beso.
ResponderEliminarFíate de la viejecitas, no temen ni a nada ni a nadie y si están enfadadas... estás listo.
ResponderEliminarMuy divertido y (un poco) real.
Un beso, Luisa.
Fíate de las viejecitas, la que menos taekondo.
ResponderEliminarBlogsaludos
Me he reído por tu relato y porque me he visto reflejada. Cada vez que le doy a alguien mi bolso para que lo sujete pone cara de espanto cuando ve lo que pesa, y aunque intento quitarle lastre, no puedo: ¡TODO ES IMPRESCINDIBLE!
ResponderEliminarUn beso
Esa ancianita tiene unas malas pulgas de cuatro toneladas en el bolso, fijo que sí.
ResponderEliminarUn abrazo sin malas pulgas :)
Muy buen intento ReC, vaya, vaya con la ancianita ¡que fiera!
ResponderEliminarUn abrazo,
Puede que fuera la madre de alguien indefenso de quien siempre tenía que salir en su defensa. O puede que esta cariñosa viejecita hubiera sido atracada por décima vez y estuviera más que harta.
ResponderEliminarParecen escuálidas, y poquita cosa ..pero ¡cómo las gastan!.
Un beso y ¡bien por la ancianita!
Jajaja, debe ser familia de la "no cambié, no cambié, no cambié", que llevaba un ladrillo en el bolso, gran cantante aquella... Una señora ésta, genio y figura hasta la sepultura, que dijo otro gran pensador de este país...
ResponderEliminarLo cierto es que pensé en ella. Ha sido mi musa ja ja ja.
ResponderEliminar¡Uf! Es muy difícil llegar a ser finalista del concurso. Hay un nivel altísimo al que no llego ni de coña. Todavía :-)
Un abrazo, Nicolás.
Es una escena poco habitual pero seguro que alguna vez ha ocurrido ¡a que sí!
ResponderEliminarUn beso, Gala.
¡Bien hecho, Sara! No hay nada mejor que un buen paraguazo para defenderte de los maleantes.
ResponderEliminarGracias, bonita.
Un beso.
:-)
ResponderEliminarOtro para ti, Paloma.
Creo que esa señora llevaba un ladrillo, pero es igual, el caso es que el bolso se convierte en un arma quasi letal :-)
ResponderEliminarUn abrazo, ATENEA.
Lo que sí parece es que la abuelita está en plena forma física ¿que no? jeje.
ResponderEliminarUn beso, Mar.
Las viejecitas suelen llevar la vida en el bolso y son capaces de jugársela con tal de no quedarse sin las fotos de sus nietos.
ResponderEliminarUn micro muy tierno, MJ.
Me marcho con la sonrisa puesta.
Un abrazo,
Ojalá hubiera muchas ancianas como ésta. Los raterillos se lo pensarían dos veces antes de actuar.
ResponderEliminarUn beso, Luisa.
Eso, eso, fíate... ;-)
ResponderEliminarAbrazos, Nel.
Absolutamente todo, Ana. No sabes cómo te entiendo :-)
ResponderEliminarUn besazo.
Fijo que sí, Ximo :-)
ResponderEliminarUn abrazo sin pulgas (ni malas ni de las otras, que tampoco son buenas :-)
De armas tomar je je
ResponderEliminarGracias, ESPERANZA.
Un beso.
¡Quién sabe! En cualquier caso, a la abuela no hay quien le tosa.
ResponderEliminarUn beso, Laura.
Bien podría ser esa señora, sí. En ella me inspiré :-)
ResponderEliminarUn abrazo, Miguelángel.
Sí, señor, ésa es la otra lectura del micro. Las fotos de nietos e hijos son joyas valiosas para las ancianas.
ResponderEliminarUn abrazo con sonrisa, Pedro :-)
¡ Que bueno! A mi me recuerda a la tia pasitos, esa si que era de armas tomar.Besos Pe
ResponderEliminarJajaja, no te puedes fiar de ellas...No veas como pegan!!!
ResponderEliminarBesazos desde el aire
Ja ja ja! Ya lo creo que sí.
ResponderEliminarBesos, Ro.
Cuando se ponen, se ponen :-)
ResponderEliminarUn beso, Rosa.
Siento verdadera lástima por ese pobre ratero y la vieja del bolso me cae fatal. Hasta allí me llevó tu relato, MJ: eres la única culpable.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Pero bueno, Isabel!... Que la anciana lo único que hizo fue defender lo que era suyo, mujer :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
Jeje, realismo callejero. Supongo que parte de la frase obligada. Para mí es un relato muy ameno y saca sonrisas.
ResponderEliminarEso es lo que pretendía. ¡Misión cumplida! :-)
ResponderEliminarUn abrazo, Ximens.