Ocho bocas que alimentar y en la despensa ya no quedaba ni un trozo de tocino rancio. El precio de la carne andaba por las nubes. Los gatos habían desaparecido como por arte de magia. Solo las ratas parecían proliferar en aquel famélico barrio.
Habría que irse planteando una batida.
Está claro, en momentos de desesperación no sabe uno lo que sería capaz de hacer... Y, sobre todo, teniendo bocas con dientes de leche.
ResponderEliminarUn abrazo, Maga.
Exacto, Miguelángel, no sabemos lo que podemos llegar a hacer en circunstancias extremas.
EliminarAbrazotes.
Hombre! qué duda cabe que las ratas tienen carne, pero a parte de boca...hay que tener un buen estómago... bueeeno...si la necesidad aprieta... aunque no sé, no sé... ¿no hay ninguna planta comestible cerquita antes de llamar al flautista?...
ResponderEliminarUn beso MJ...¡smuik!
Ja ja, les urgía encontrar proteínas, Laura.
EliminarUn besote preotoñal.
Me gusta encontrar el hueco para ir retomando mis hábitos lectores y llegar hasta aquí, MJ.
ResponderEliminarPor fantástica que parezca tu pieza es de un realismo muy duro. He tenido una amiga que estaba entre los cientos que se refugiaron en la embajada de Perú en La Habana en el año 80. Recuerdo lo que me contó y tu micro se queda en fábula infantil. :)
Un abrazo,
Por muy duro que parezca, la realidad suele superar a la ficción.
EliminarUn placer recibir tu visita, Pedro.
Un abrazo.
Comerse los gatos, eso no es nuevo, ni viejo. Esa batida está siendo cada vez más necesaria, sin duda. Una lástima.
ResponderEliminarYa lo creo, Ximens. Desgraciadamente esta es la cruda realidad.
EliminarUn abrazo.
Una batida que parece más que necesaria, tal vez produce un poco de aprensión al principio pero como dice el refrán a falta de pan buenas son tortas.
ResponderEliminarQue triste que se llegue a esos extremos.
Me gusta volver a visitarte.
He estado demasiado desconectada.
Besos mediterráneos.
Tampoco yo he estado muy activa últimamente. A ver si vamos regularizando las publicaciones en nuestros blogs.
EliminarUn besote, Gala.
Hamelin siempre me produjo un cierto temor y tu relato no se ha quedado corto. Es terrorífico pensar que, en este caso y en algún momento, la realidad pueda superar a la ficción.
ResponderEliminarUn beso
Terrible, sí.
EliminarGracias por tu visita, Ana.
Un besote.